lunes, 6 de agosto de 2012

La mentira

Llegué tarde, totalmente compenetrada en hablar con D. sobre un tema en particular: la mentira. Pasé por alto lo del bono para no perder tiempo, y mientras caminaba por el pasillo hasta el consultorio 14 pensé en que le iba a decir que me había olvidado… y mientras pensaba esto pensé también como en segundo plano que excusarse es, en todo caso, innecesario.
Cuando estoy llegando descubro que la puerta está bastante abierta, entonces ella me ve antes de que yo me asome o la llame. Dice hola, digo hola, le pregunto por sus vacaciones, me contesta que aprovechó para descansar y me pide que le cuente qué hice en todo este tiempo. Llegamos a la conclusión de que fue un mes más o menos sin vernos.
Me cuenta que finalmente “conoció” a Néstor, me dice que le causó gracia lo de los anabólicos y me pregunta, como para cerciorarse, si me había caído mal o ella estaba recordando mal… así es como puedo comentarle que como primera experiencia en psicoanalizarse es verdaderamente contraproducente cruzarse con alguien que no puede contener la expresión de sus prejuicios y que, por ende, no puede contener a la persona que está tratando de abrirse. Esto se vincula directamente con el tema que quería discutir y le pregunto qué es mentir para ella, qué significa mentir, cuándo algo llega a ser una mentira.
Me dice que antes de hablar sobre lo que ella piensa prefiere escucharme a mí. Me escucha. Después me dice que, antes de seguir hablando sobre conceptos, prefiere que le de concretamente un ejemplo tomado de mi vida. Tardo en llegar ahí dando miles y miles de vueltas hasta que termino hablándole de una situación concreta con una persona con la que intenté salir hace un tiempo, de la que le había hablado sesiones anteriores.
Finalmente, después de contarle una vez más sobre mi madre, sobre su descuido por hablar demás conmigo de temas que, por mi edad en ese momento, me excedían, de hablar nuevamente de mi padre, de mi hermana, de mi reacción hacia el tipo de vínculo que tuvimos, etc. etc. llegamos a la conclusión de algo que no me esperaba: de que finalmente por no perder una relación que me gusta trato de ser agradable y en ese intento de cuidar un vínculo, hago que el vínculo no exista. Porque ¿qué vínculo verdadero puede existir si se está siendo parcialmente con tal de agradar?
Bueno, Clara, nos vemos el lunes que viene, me dice. Y siento que, si bien todo esto tiene algo de verdadero, está siendo recortado de la consecución de experiencias que componen lo que estoy siendo. Y que la “mentira”, el “engaño” sigue siendo un concepto que, al aplicarse a una situación concreta, si se tiene en cuenta la complejidad de cada sujeto que participa en ella, deja de tener límites definidos y resulta inasible. De lejos puede verse más o menos una forma, como el mar desde una montaña. Pero una vez en medio del océano, lejos de poder hacer pie, lo único que realmente está a la vista no es más que esa masa informe de agua.

No hay comentarios:

Publicar un comentario