En uno de los pasillos hablan pero no se escucha bien lo que dicen, a mi izquierda hay una señora con un paraguas y las piernas cruzadas esforzándose por leer un mensaje en su celular. De vez en cuando busca algo en su cartera, niega con la cabeza chasqueando la lengua y vuelve a intentar leer.
Veo cómo viene desde la puerta 14 D. Está apurada, camina rápido y se abalanza en la sala de espera sin verme.
–¡Hola! –le digo desde mi silla, interrumpiéndola.
–¡Ay! –se sobresalta–. Te veía y no te veía en realidad –me levanto y nos damos un beso–. Hola Clara, ¿cómo estás? ¿Qué tal?
–Esta vez llegué temprano –digo, por decir algo mientras caminamos por el pasillo.
–No, yo fui a llamar por teléfono porque estoy sin celular.
–Ah…
Mientras abre la puerta, me deja pasar y vuelve a cerrarla con mucho ruido, me habla sin que pueda escucharla muy bien.
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